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CAPÍTULO 11

El Señor Rāmacandra gobierna el mundo

Este capítulo explica que el Señor Rāmacandra, en compañía de Sus hermanos menores, residió en Ayodhyā y celebró diversos sacrificios.

El Señor Rāmacandra, la Suprema Personalidad de Dios, celebró diversos sacrificios con los cuales Se adoró a Sí mismo; una vez finalizados los sacrificios, dio tierras a los sacerdotes hotā, adhvaryu, udgātā y brahmā, a quienes entregó, respectivamente, las direcciones este, oeste, norte y sur; el resto lo dio al ācārya. Al comprobar la fe del Señor Rāmacandra en la casta brahmínica, y el afecto que sentía por Sus sirvientes, todos los brāhmaṇas ofrecieron oraciones al Señor y Le devolvieron todo lo que habían recibido de Él. Para ellos, la iluminación que habían recibido del Señor en lo más profundo de sus corazones era suficiente recompensa. Más tarde, el Señor Rāmacandra, vestido como una persona corriente, anduvo de incógnito por la capital para ver qué impresión tenían de Él los ciudadanos. Una noche, por casualidad, escuchó las palabras de un hombre cuya esposa había ido a casa de otro hombre. Riñendo a su mujer, el hombre expresó sus dudas acerca de la pureza de Sītādevī. El Señor regresó inmediatamente a Su palacio y, por temor a esa clase de rumores, decidió abandonar la compañía de Sītādevī, al menos desde el punto de vista externo. Así pues, repudió a Sītādevī, que estaba embarazada, y la envió al refugio de Vālmīki Muni, donde dio a luz dos hermanos gemelos, que se llamaron Lava y Kuśa. En Ayodhyā, Lakṣmaṇa fue padre de dos hijos, Aṅgada y Citraketu, Bharata engendró a Takṣa y Puṣkala, y Śatrughna fue padre de Subāhu y Śrutasena. Bharata salió en una expedición de conquista para el Señor Rāmacandra, el emperador, y luchó contra muchos millones de gandharvas. Una vez hubo acabado con ellos en la batalla, regresó a Ayodhyā con el inmenso caudal de riquezas adquirido. Śatrughna mató a un demonio llamado Lavaṇa en Madhuvana, y de ese modo estableció la capital de Mathurā. Mientras tanto, Sītādevī confió a Vālmīki Muni el cuidado de sus dos hijos y entró en la tierra. Muy afligido con esta noticia, el Señor Rāmacandra celebró sacrificios durante trece mil años. Tras narrar los pasatiempos de la partida del Señor Rāmacandra y afirmar que el Señor solo adviene para realizar Sus pasatiempos, Śukadeva Gosvāmī pone fin al capítulo explicando los resultados que se derivan del hecho de escuchar las actividades del Señor Rāmacandra y comentando la protección que el Señor ofreció a Sus súbditos y el cariño que demostró por Sus hermanos.

Text 1:
Śukadeva Gosvāmī dijo: A continuación, la Suprema Personalidad de Dios, el Señor Rāmacandra, celebró opulentos sacrificios [yajñas] bajo la guía de un ācārya. De ese modo, Se adoró a Sí mismo, pues Él es el Señor Supremo de todos los semidioses.
Text 2:
El Señor Rāmacandra dio todo el este al sacerdote hotā, el sur al sacerdote brahmā, el oeste al adhvaryu y el norte al udgātā, el recitador del Sāma Veda. De ese modo, donó todo Su reino.
Text 3:
Después, con el pensamiento de que los brāhmaṇas, por el hecho de no tener deseos materiales, merecen poseer el mundo entero, el Señor Rāmacandra entregó al ācārya todas las tierras comprendidas entre el este, el oeste, el norte y el sur.
Text 4:
Después de darlo todo como caridad a los brāhmaṇas, el Señor Rāmacandra solo conservaba Sus ropas y alhajas personales; del mismo modo, la reina, madre Sītā, se quedó tan solo con el arete de la nariz.
Text 5:
Todos los brāhmaṇas que participaban en las diversas actividades del sacrificio estaban muy complacidos con el Señor Rāmacandra, que tan favorable y afectuoso Se había mostrado con ellos. Así, con el corazón enternecido, Le devolvieron todo lo que habían recibido de Él y dijeron lo siguiente.
Text 6:
¡Oh, Señor!, Tú eres el amo del universo entero. ¿Existe algo que no nos hayas dado? Tú has entrado en lo más hondo de nuestro corazón y, con Tu refulgencia, has disipado la oscuridad de nuestra ignorancia. Ese es el regalo supremo. No necesitamos ninguna donación material.
Text 7:
¡Oh, Señor!, Tú eres la Suprema Personalidad de Dios, que has hecho de los brāhmaṇas Tu deidad venerable. Tu conocimiento y Tu memoria nunca se ven afectados por la ansiedad. Tú eres la más grande de las personas famosas de este mundo, y Tus pies de loto son adorados por sabios que están más allá de todo castigo. ¡Oh, Señor Rāmacandra!, Te ofrecemos respetuosas reverencias.
Text 8:
Śukadeva Gosvāmī continuó: Una noche, el Señor Rāmacandra Se disfrazó y salió de incógnito a recorrer la ciudad, para saber qué pensaba de Él la gente. Entonces escuchó a un hombre que hablaba mal de Sītādevī, Su esposa.
Text 9:
[Dirigiéndose a su esposa adúltera, el hombre dijo:] Tú visitas la casa de otro hombre, y por lo tanto no eres casta. Eres impura y no voy a seguir manteniéndote. Tal vez un marido dominado como el Señor Rāma acepte a una esposa como Sītā, que estuvo en casa de otro hombre, pero yo no soy como Él, de modo que nunca volveré a aceptarte.
Text 10:
Śukadeva Gosvāmī dijo: Los hombres que tienen muy poco conocimiento y muy mal carácter dicen grandes tonterías. Por temor a esos sinvergüenzas, el Señor Rāmacandra repudió a Su esposa, Sītādevī, aunque ella estaba embarazada. Sītādevī fue entonces al āśrama de Vālmīki Muni.
Text 11:
Cuando llegó el momento, madre Sītādevī dio a luz dos hermanos gemelos, que más tarde fueron famosos con los nombres de Lava y Kuśa. Las ceremonias rituales de su nacimiento fueron celebradas por Vālmīki Muni.
Text 12:
¡Oh, Mahārāja Parīkṣit!, el Señor Lakṣmaṇa tuvo dos hijos, Aṅgada y Citraketu; también el Señor Bharata tuvo dos hijos, que se llamaron Takṣa y Puṣkala.
Texts 13-14:
Śatrughna tuvo dos hijos, Subāhu y Śrutasena. El Señor Bharata salió a conquistar todas las direcciones y tuvo que matar a muchos millones de gandharvas, que, por regla general, son falsarios. Quitándoles todas sus riquezas, Se las ofreció al Señor Rāmacandra. Śatrughna, por Su parte, mató al rākṣasa Lavaṇa, hijo del rākṣasa Madhu. Así fundó la ciudad de Mathurā en el gran bosque de Madhuvana.
Text 15:
Sītādevī, que había sido repudiada por su esposo, confió a Vālmīki Muni el cuidado de sus dos hijos. Entonces, meditando en los pies de loto del Señor Rāmacandra, entró en la tierra.
Text 16:
Cuando supo que madre Sītā había entrado en la tierra, la Suprema Personalidad de Dios Se sintió muy afligido. Pese a ser la Suprema Personalidad de Dios, al recordar las excelsas cualidades de madre Sītā, no podía contener el dolor que sentía debido al amor trascendental.
Text 17:
La atracción entre hombre y mujer, o entre macho y hembra, existe siempre, en todas partes, y llena a todos los seres de temores constantes. Esos sentimientos se dan incluso entre grandes directores como Brahmā y el Señor Śiva, y también para ellos son causa de temor. ¿Qué decir entonces de quienes están apegados a la vida familiar en el mundo material?
Text 18:
Después de que madre Sītā entrase en la tierra, el Señor Rāmacandra observó celibato completo y celebró un agnihotra-yajña ininterrumpido durante trece mil años.
Text 19:
Después de completar el sacrificio, el Señor Rāmacandra, cuyos pies de loto habían sido a veces heridos por las espinas del bosque de Daṇḍakāraṇya, posó esos pies de loto en los corazones de quienes siempre piensan en Él. Seguidamente entró en Su morada personal, el planeta Vaikuṇṭha que está más allá del brahmajyoti.
Text 20:
La reputación que el Señor Rāmacandra obtuvo por haber matado a Rāvaṇa con lluvias de flechas a petición de los semidioses y por haber construido un puente sobre el océano, no es la verdadera gloria de la Suprema Personalidad de Dios Rāmacandra, cuyo cuerpo espiritual está siempre ocupado en diversos pasatiempos. Nadie es igual ni superior al Señor Rāmacandra, de modo que no necesitaba de la ayuda de los monos para vencer a Rāvaṇa.
Text 21:
El nombre y la fama del Señor Rāmacandra, que son inmaculados y destruyen todas las reacciones pecaminosas, son glorificados en todas direcciones, como el manto ornamental del elefante victorioso que conquista todas las direcciones. Grandes personas santas, como Mārkaṇḍeya Ṛṣi, glorifican todavía hoy Sus cualidades en las asambleas de grandes emperadores como Mahārāja Yudhiṣṭhira. Del mismo modo, todos los semidioses y reyes santos, con el Señor Śiva y el Señor Brahmā entre ellos, adoran al Señor postrándose con sus yelmos. Yo ofrezco reverencias a Sus pies de loto.
Text 22:
El Señor Rāmacandra regresó a Su morada, el destino de los bhakti-yogīs. Allí fueron también todos los habitantes de Ayodhyā después de servir al Señor en Sus pasatiempos manifestados ofreciéndole reverencias, tocando Sus pies de loto, considerándole en todo sentido como rey y padre, acostándose o sentándose a Su lado como iguales, o simplemente acompañándole.
Text 23:
¡Oh, rey Parīkṣit!, todo el que reciba por vía auditiva las narraciones que tratan de las cualidades y pasatiempos del Señor Rāmacandra, acabará liberándose de la enfermedad de la envidia y, con ello, del cautiverio de las actividades fruitivas.
Text 24:
Mahārāja Parīkṣit preguntó a Śukadeva Gosvāmī: ¿Cómo actuó el Señor, y cuál fue Su conducta en Sus tratos con Sus hermanos, que eran expansiones de Su propio ser? ¿Y cómo Le trataban a Él Sus hermanos y los habitantes de Ayodhyā?
Text 25:
Śukadeva Gosvāmī contestó: Tras aceptar el trono del gobierno, atendiendo a la ferviente súplica de Bharata, Su hermano menor, el Señor Rāmacandra ordenó a Sus hermanos que saliesen a conquistar el mundo entero, mientras Él mismo permanecía en la capital para conceder audiencia a todos los ciudadanos y residentes del palacio y supervisar la administración del gobierno con Sus otros asistentes.
Text 26:
Durante el reinado del Señor Rāmacandra, las calles de la capital, Ayodhyā, eran perfumadas con aguas aromáticas y gotas de esencias fragantes, que los elefantes rociaban con sus trompas. Los ciudadanos, viendo que el Señor supervisaba personalmente los asuntos de la ciudad con toda opulencia, apreciaban mucho esa opulencia.
Text 27:
Los palacios, las puertas de los palacios, las casas de asamblea, los estrados en los lugares de reunión, los templos y todos los demás lugares públicos estaban decorados con vasijas de oro y banderas de diversos tipos.
Text 28:
Cuando el Señor Rāmacandra visitaba un lugar de la ciudad, se Le ofrecía una auspiciosa bienvenida construyendo grandes arcos con bananos y beteles llenos de flores y frutas. Esos grandes portales se decoraban con banderas de brillantes colores y con tapices, espejos y guirnaldas.
Text 29:
En esas visitas del Señor Rāmacandra, la gente se acercaba a Él con artículos de adoración y pedía las bendiciones del Señor: «¡Oh, Señor! —decían—, que Tú, que rescataste la Tierra del fondo del mar en Tu encarnación como jabalí, cuides de ella ahora. Nosotros pedimos Tus bendiciones».
Text 30:
Puesto que llevaban mucho tiempo sin ver al Señor, los ciudadanos, hombres y mujeres, salían de sus hogares deseosos de verle y se subían a las azoteas de los palacios. Como no se sentían completamente saciados de ver el rostro y los ojos de loto del Señor Rāmacandra, derramaban lluvias de flores sobre Él.
Texts 31-34:
Después, el Señor Rāmacandra entró en el palacio de Sus antepasados, donde se guardaban diversos tesoros y valiosos vestuarios. A ambos lados de la puerta principal había asientos hechos de coral; los patios estaban rodeados de columnas de vaidūrya-māni, el suelo estaba hecho de marakata-maṇi muy pulida, y los cimientos eran de mármol. Todo el palacio estaba decorado con banderas, guirnaldas y piedras preciosas que despedían una refulgencia celestial. El palacio estaba completamente decorado con perlas y rodeado de lámparas e incienso. Los hombres y mujeres que vivían en él parecían semidioses y se adornaban con alhajas, cuya belleza se debía al hecho de estar sobre sus cuerpos.
Text 35:
El Señor Rāmacandra, la Suprema Personalidad de Dios, el mejor de los más sabios eruditos, vivió en ese palacio con Su potencia de placer, madre Sītā, y disfrutó de una paz completa.
Text 36:
Sin quebrantar los principios religiosos, el Señor Rāmacandra, cuyos pies de loto son adorados por los devotos mediante la meditación, disfrutó con todos los objetos propios del placer trascendental durante todo el tiempo que fue necesario.