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Śrīmad-bhāgavatam 4.11.20

Texto

na vai sva-pakṣo ’sya vipakṣa eva vā
parasya mṛtyor viśataḥ samaṁ prajāḥ
taṁ dhāvamānam anudhāvanty anīśā
yathā rajāṁsy anilaṁ bhūta-saṅghāḥ

Palabra por palabra

na — no; vai — sin embargo; sva-pakṣaḥ — aliado; asya — de la Suprema Personalidad de Dios; vipakṣaḥ — enemigo; eva — ciertamente; — o; parasya — del Supremo; mṛtyoḥ — en la forma de tiempo; viśataḥ — entrar; samam — por igual; prajāḥ — entidades vivientes; tam — a Él; dhāvamānam — mover; anudhāvanti — van detrás; anīśāḥ — entidades vivientes dependientes; yathā — como; rajāṁsi — partículas de polvo; anilam — el viento; bhūta-saṅghāḥ — otros elementos materiales.

Traducción

La Suprema Personalidad de Dios, en Su faceta de tiempo eterno, está presente en el mundo material y es neutral con todos. Nadie es Su aliado, ni nadie es Su enemigo. Bajo la jurisdicción del elemento tiempo, todos disfrutan o sufren el resultado de su propio karma, es decir, de sus actividades fruitivas. Tal como el viento lleva por el aire pequeñas partículas de polvo, nuestro karma individual nos trae el disfrute y el sufrimiento de la vida material.

Significado

Aunque la Suprema Personalidad de Dios es la causa original de todas las causas, Él no es responsable ni de los sufrimientos ni del disfrute de nadie. El Señor Supremo no es parcial. Los poco inteligentes acusan al Señor Supremo de ser parcial, y pretenden que esa es la causa de que en el mundo material unos disfruten y otros sufran. Pero este verso dice específicamente que esa parcialidad no se da en el Señor Supremo. Sin embargo, las entidades vivientes nunca gozan de independencia. Tan pronto como proclaman su independencia con respecto al controlador supremo, descienden al mundo material para probar fortuna en libertad, en la medida de lo posible. En el mundo material que se ha creado para ellas, esas entidades vivientes descarriadas crean su propio karma, es decir, sus actividades fruitivas, y sacan partido del factor tiempo, creando con ello su propia fortuna, o su desgracia. Todos somos creados, mantenidos, y finalmente, matados. En lo tocante a estas tres cosas, el Señor es ecuánime con todos; sufrimos y disfrutamos de acuerdo con nuestro propio karma. La posición superior o inferior de la entidad viviente, su disfrute y su sufrimiento, se deben a su karma. A este respecto se emplea concretamente la palabra anīśāḥ, que significa «que depende de su propio karma». Se da el ejemplo del gobierno, que pone al alcance de todos los medios para la acción y la administración en el ámbito del Estado, pero cada uno elige crear una situación que le obliga a existir con un determinado tipo de conciencia. En este verso se da el ejemplo del viento que, al soplar, hace flotar partículas de polvo en el aire. En su momento, estallan los relámpagos, caen grandes aguaceros, y la estación de las lluvias crea diversidad en el bosque. Dios es muy bondadoso —da a todos las mismas oportunidades—, pero las acciones resultantes de nuestro propio karma nos traen el sufrimiento y el disfrute en el mundo material.