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Śrīmad-bhāgavatam 3.15.29

Texto

dvāry etayor niviviśur miṣator apṛṣṭvā
pūrvā yathā puraṭa-vajra-kapāṭikā yāḥ
sarvatra te ’viṣamayā munayaḥ sva-dṛṣṭyā
ye sañcaranty avihatā vigatābhiśaṅkāḥ

Palabra por palabra

dvāri — en la puerta; etayoḥ — los dos porteros; niviviśuḥ — entraron; miṣatoḥ — mientras veían; apṛṣṭvā — sin preguntar; pūrvāḥ — como antes; yathā — como; puraṭa — hechas de oro; vajra — y diamante; kapāṭikāḥ — las puertas; yāḥ — que; sarvatra — por todas partes; te — ellos; aviṣa-mayā — sin ningún sentido de discriminación; munayaḥ — los grandes sabios; sva-dṛṣṭyā — por su propia voluntad; ye — quienes; sañcaranti — se mueven; avihatāḥ — sin que se lo impida; vigata — sin; abhiśaṅkāḥ — duda.

Traducción

Los grandes sabios, encabezados por Sanaka, tenían todas las puertas abiertas. No tenían los conceptos de «nuestro» y «suyo». Con una mentalidad liberal, entraron por la séptima puerta cumpliendo su propia voluntad, tal como habían cruzado las otras seis puertas, que estaban hechas de oro y diamantes.

Significado

Los grandes sabios, de nombres Sanaka, Sanātana, Sanandana y Sanat-kumāra, aunque eran muy ancianos, se conservaban eternamente como niños pequeños. No mostraban el menor grado de duplicidad, y entraron a través de las puertas tal como los niños pequeños entran en distintos lugares, sin tener ni idea de qué puerta están cruzando. La naturaleza del niño es así. Un niño puede entrar en cualquier lugar, y nadie se lo impide. De hecho, por lo general a los niños se les recibe bien cuando intentan ir a un lugar u otro, pero si sucede que se impide a un niño entrar por una puerta, naturalmente se entristece y se enfada. La naturaleza de los niños es así. En este caso, sucedió lo mismo. Las personas santas con aspecto de niños pasaron las seis puertas del palacio, y nadie les detuvo; por eso, al ir a pasar por la séptima puerta e impedírselo los porteros, que les obstruyeron el paso con sus varas, naturalmente se enfadaron y entristecieron mucho. Un niño común lloraría, pero como estos no eran niños comunes, inmediatamente se aprestaron a castigar a los porteros, pues los porteros habían cometido una gran ofensa. Incluso hoy en día, en la India no se prohíbe la entrada a una persona santa en ninguna casa.