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Śrīmad-bhāgavatam 2.2.35

Texto

bhagavān sarva-bhūteṣu
lakṣitaḥ svātmanā hariḥ
dṛśyair buddhy-ādibhir draṣṭā
lakṣaṇair anumāpakaiḥ

Palabra por palabra

bhagavān — La Personalidad de Dios; sarva — todas; bhūteṣu — en las entidades vivientes; lakṣitaḥ — es visible; sva-ātmanā — junto con el yo; hariḥ — el Señor; dṛśyaiḥ — por lo que se ve; buddhi-ādibhiḥ — mediante la inteligencia; draṣṭā — aquel que ve; lakṣaṇaiḥ — por medio de diferentes signos; anumāpakaiḥ — mediante la hipótesis.

Traducción

La Personalidad de Dios, el Señor Śrī Kṛṣṇa, se encuentra en cada ser viviente junto con el alma individual. Y este hecho se percibe y se admite como hipótesis en nuestros actos de ver y de recibir ayuda de la inteligencia.

Significado

El argumento general que presenta el hombre común es que, como el Señor no está visible ante nuestros ojos, ¿cómo puede uno entregarse a Él, o prestarle un amoroso servicio trascendental? Para ese hombre común, he aquí una sugerencia práctica que da Śrīla Śukadeva Gosvāmī de cómo uno puede percibir al Señor Supremo por medio de la razón y la percepción. En verdad, al Señor no lo podemos percibir con nuestros actuales sentidos materializados, pero cuando uno se convence de la presencia de Él mediante una actitud práctica de servicio, ocurre una revelación por la misericordia del Señor, y ese devoto puro del Señor puede percibir la presencia de Él siempre y en todas partes. Él puede percibir que la inteligencia es la forma directriz de la porción plenaria Paramātmā de la Personalidad de Dios. La presencia de Paramātmā que acompaña a todo el mundo no es muy difícil de percibir, ni siquiera para el hombre común. El procedimiento es el siguiente. Uno puede percibir la identificación de su ser, y sentir a ciencia cierta que existe. Puede que uno no lo sienta muy abruptamente, pero con usar un poco de inteligencia, uno puede sentir que no es el cuerpo. Uno puede sentir que la mano, la pierna, la cabeza, el cabello y las extremidades son todas partes integrales de su cuerpo, pero como tales, la mano, la pierna, la cabeza, etc., no pueden ser identificadas con su ser. Por lo tanto, con solo usar la inteligencia, uno puede distinguir y separar su yo de otras cosas que ve. Así que, la conclusión natural es que el ser viviente, ya sea hombre o bestia, es el vidente, y además de verse a sí mismo, ve todas las demás cosas. Existe, pues, una diferencia entre el vidente y lo visto. Ahora bien, con un pequeño uso de la inteligencia podemos también aceptar fácilmente que, el ser viviente que mediante la visión ordinaria ve las cosas que están más allá de sí mismo, no tiene la capacidad de ver ni de moverse independientemente. Todas nuestras acciones y percepciones ordinarias dependen de varias formas de energía que la naturaleza nos suministra en diversas combinaciones. Nuestros sentidos de percepción y de acción, es decir, nuestros cinco sentidos perceptivos de (1) oír, (2) tocar, (3) ver, (4) saborear y (5) oler, así como también nuestros cinco sentidos de acción, a saber (1) las manos, (2) las piernas, (3) el habla, (4) los órganos de la evacuación y (5) los órganos de la reproducción, y también nuestros tres sentidos sutiles, es decir (1) la mente, (2) la inteligencia y (3) el ego (trece sentidos en total), nos los suministran diversas disposiciones de formas burdas y sutiles de energía natural. Y es igualmente evidente que los objetos de nuestra percepción no son más que productos de las inagotables combinaciones y permutaciones de las formas que adopta la energía natural. Como esto demuestra de modo definitivo que el ser viviente ordinario no tiene una capacidad independiente de percepción ni de movimiento, y como nosotros sentimos sin duda que nuestra existencia está condicionada por la energía natural, concluimos que el que ve es espíritu, y que los sentidos, así como los objetos de la percepción son materiales. La cualidad espiritual del vidente se manifiesta en nuestra insatisfacción con el estado limitado de la existencia condicionada por lo material. Esa es la diferencia entre el espíritu y la materia. Existen ciertos argumentos poco inteligentes de que en la materia se desarrolla la capacidad de ver y moverse como resultado de un cierto desarrollo orgánico, pero ese argumento no se puede aceptar, porque no existe ninguna evidencia experimental de que la materia haya producido una entidad viviente en alguna parte. No confíe en el futuro, por agradable que parezca, las conversaciones vanas acerca de que en el futuro la materia se desarrollará y se convertirá en espíritu, son en realidad absurdas, porque en ninguna parte del mundo ha habido alguna materia en la que alguna vez se haya desarrollado la capacidad de ver o de moverse. Por lo tanto, no hay duda de que la materia y el espíritu son dos identidades diferentes, y a esta conclusión se llega por medio del uso de la inteligencia. Ahora llegamos al punto de entender que las cosas que se ven por medio de un pequeño uso de la inteligencia, no pueden ser animadas a menos que aceptemos que alguien es el usuario o director de la inteligencia. La inteligencia le da a uno indicaciones como una autoridad superior, y el ser viviente no puede ver, ni moverse, ni comer, ni hacer nada, sin usar la inteligencia. Cuando uno deja de utilizar la inteligencia se convierte en una persona trastornada, y, por lo tanto, el ser viviente depende de la inteligencia o de las indicaciones de un ser superior. Esa inteligencia es omnipresente. Cada ser viviente tiene su inteligencia, y como esta constituye las indicaciones que da una autoridad superior, es tal como un padre que da indicaciones a su hijo. La autoridad superior, la cual está presente y reside dentro de cada ser viviente individual, es el Super-yo.

A estas alturas de nuestra investigación, podemos considerar el planteamiento siguiente: por una parte, nos damos cuenta de que todas nuestras percepciones y actividades están condicionadas por disposiciones de la naturaleza material, y, aun así, de ordinario también sentimos y decimos: «yo percibo» o «yo hago». En consecuencia, podemos decir que nuestros sentidos materiales de percepción y acción actúan porque estamos identificando el yo con el cuerpo material, y que el principio superior del Super-yo nos está guiando y proveyendo de todo conforme lo deseamos. Al hacer uso de la guía que brinda el Super-yo en la forma de la inteligencia, podemos, o bien continuar estudiando y poniendo en práctica nuestra conclusión de que «no soy este cuerpo», o bien elegir que habremos de permanecer sumidos en la falsa identificación material, imaginándonos que somos los poseedores y autores. Nuestra libertad consiste en orientar nuestro deseo, ya sea hacia la errónea concepción material e ignorante, o hacia la concepción espiritual y verdadera. Podemos llegar fácilmente a la concepción espiritual verdadera, si reconocemos que el Super-yo (Paramātmā) es nuestro amigo y guía, y si acoplamos nuestra inteligencia con la inteligencia superior de Paramātmā. El Super-yo y el yo individual son ambos espíritu, y, por lo tanto, el Super-yo y el yo individual son ambos cualitativamente idénticos y distintos de la materia. Pero el Super-yo y el yo individual no pueden estar en el mismo nivel, porque el Super-yo da indicaciones o proporciona inteligencia, y el yo individual sigue las indicaciones, y de ese modo las acciones se ejecutan como es debido. El individuo depende por completo de las indicaciones del Super-yo, porque a cada paso el yo individual sigue las indicaciones del Super-yo en lo referente a ver, oír, pensar, sentir, desear, etc.

En lo que concierne al sentido común, llegamos a la conclusión de que existen tres identidades, es decir, la materia, el espíritu y el Superespíritu. Ahora bien, si acudimos al Bhagavad-gītā, o la inteligencia védica, podemos entender además que todas las tres identidades, es decir, la materia, el espíritu individual y el Superespíritu, dependen de la Suprema Personalidad de Dios. El Superespíritu es una representación parcial o una porción plenaria de la Suprema Personalidad de Dios. El Bhagavad-gītā afirma que la Suprema Personalidad de Dios domina el mundo material únicamente por medio de Su representación parcial. Dios es grande, y Él no puede ser tan solo un abastecedor de pedidos de los seres individuales; por lo tanto, el Super-yo no puede ser una representación plena del Ser Supremo, Puruṣottama, la Personalidad de Dios Absoluta. Que el yo individual llegue a comprender por completo al Super-yo constituye el comienzo de la autorrealización, y mediante el progreso de dicha autorrealización se es capaz de llegar a comprender por completo a la Suprema Personalidad de Dios, por medio de la inteligencia, por medio de la ayuda de las Escrituras autorizadas, y, principalmente, por la gracia del Señor. El Bhagavad-gītā presenta la concepción preliminar acerca de la Personalidad de Dios Śrī Kṛṣṇa, y el Śrīmad-Bhāgavatam es la explicación adicional acerca de la ciencia de Dios. De modo que, si nos aferramos a nuestra determinación y oramos por la misericordia del director de la inteligencia —que está sentado en el mismo árbol del cuerpo, tal como un pájaro que está sentado junto a otro (como se explica en los Upaniṣads)—, es seguro que el significado de la información revelada que se encuentra en los Vedas se vuelve claro ante nuestra visión, y deja de haber dificultades para comprender por completo a la Suprema Personalidad de Dios, Vāsudeva. Así pues, el hombre inteligente, después de muchos nacimientos en los que ha hecho esa clase de uso de la inteligencia, se entrega a los pies de loto de Vāsudeva, tal como lo confirma el Bhagavad-gītā (7.19).