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Śrīmad-bhāgavatam 10.8.42

Texto

ahaṁ mamāsau patir eṣa me suto
vrajeśvarasyākhila-vittapā satī
gopyaś ca gopāḥ saha-godhanāś ca me
yan-māyayetthaṁ kumatiḥ sa me gatiḥ

Palabra por palabra

aham — mi existencia («yo soy algo»); mama — mío; asau — Nanda Mahārāja; patiḥ — esposo; eṣaḥ — este (Kṛṣṇa); me sutaḥ — es mi hijo; vraja-īśvarasya — de mi esposo, Nanda Mahārāja; akhila-vitta- — yo soy quien posee riquezas y opulencias sin límite; satī — puesto que soy su esposa; gopyaḥ ca — y todas las esposas de los pastores de vacas; gopāḥ — todos los pastores (son mis subordinados); saha-godhanāḥ ca — con las vacas y terneros; me — míos; yat-māyayā — todas las cosas a que me refiero me han sido dadas, después de todo, por la misericordia del Supremo; ittham — así; kumatiḥ — cometo el error de pensar que me pertenecen; saḥ me gatiḥ — Él es, por lo tanto, mi único refugio (yo soy un simple instrumento).

Traducción

Por la influencia de la māyā del Señor Supremo, estoy pensando erróneamente que Nanda Mahārāja es mi esposo, que Kṛṣṇa es mi hijo y que, por ser la reina de Nanda Mahārāja, toda esta riqueza de vacas y terneros me pertenece y que todos los pastores de vacas y sus esposas son mis súbditos. En realidad, yo también estoy subordinada eternamente al Señor Supremo. Él es mi refugio supremo.

Significado

Siguiendo los pasos de madre Yaśodā, todos debemos adoptar esa mentalidad de renunciación. Cualesquiera riquezas, opulencias o bienes en general que poseamos, no nos pertenecen a nosotros, sino a la Suprema Personalidad de Dios, que es el refugio supremo de todos y el propietario supremo de todo. Así lo afirma el propio Señor en el Bhagavad-gītā (5.29):

bhoktāraṁ yajña-tapasāṁ
sarva-loka-maheśvaram
suhṛdaṁ sarva-bhūtānāṁ
jñātvā māṁ śāntim ṛcchati



«La persona que tiene plena conciencia de Mí, sabiendo que Yo soy el beneficiario final de todo sacrificio y austeridad, el Señor Supremo de todos los planetas y semidioses, y el benefactor y bienqueriente de todas las entidades vivientes, se libera de los tormentos de las miserias materiales».

No debemos enorgullecernos de nuestras posesiones. Así lo expresa madre Yaśodā en estos versos: «Yo no soy la propietaria de mis bienes, ni la opulenta esposa de Nanda Mahārāja. Las tierras, las propiedades, las vacas, los terneros y mis súbditos, las gopīs y los pastores, me han sido dados». Debemos abandonar la mentalidad de «mis posesiones, mi hijo y mi esposo» (janasya moho ’yam ahaṁ mameti). No hay nada que tenga otro dueño que no sea el Señor Supremo. La ilusión es la única causa de que pensemos: «yo existo», o «todo me pertenece». Así pues, madre Yaśodā se entregó por completo al Señor Supremo. En aquel momento estaba un poco contrariada, pensando: «Mis esfuerzos por proteger a Mi hijo mediante la caridad y otras actividades auspiciosas son inútiles. El Señor Supremo me ha dado muchas cosas, pero si Él no Se encarga de todo, no hay protección alguna asegurada. Por lo tanto, y en definitiva, debo buscar el refugio de la Suprema Personalidad de Dios». Prahlāda Mahārāja afirma (Bhāg. 7.9.19): bālasya neha śaraṇaṁ pitarau nṛsiṁha: Los padres no pueden, en última instancia, cuidar a sus hijos. Ato gṛha-kṣetra-sutāpta-vittair janasya moho ’yam ahaṁ mameti (Bhāg. 5.5.8). Las tierras, el hogar, las riquezas y todas nuestras posesiones pertenecen a la Suprema Personalidad de Dios, aunque erróneamente pensemos: «yo soy esto» y «estas cosas son mías».